
Se nos ha mandado en clase la lectura y posterior extracción de ideas de un capítulo del libro "La educación como industria del deseo: un nuevo estilo comunicativo" de Joan Ferrés.
"La diferencia esencial entre emoción y razón es que la emoción conduce a la acción mientras que la razón nos lleva a elaborar concusiones".
Donald Calne
La
publicidad busca sintonizar con las emociones del receptor, produciéndole la
sensación de deseo. Los publicistas son personas encargadas, en definitiva, de
crear necesidades imprescindibles de aquello que antes era indiferente al
consumidor. Por su parte, en la enseñanza se da el caso inverso: los
profesionales de la educación tienen productos que son imprescindibles, pero
llegan a sus destinatarios como algo de lo que se puede prescindir. En otras
palabras, el empleado que vende es la persona que expone u ofrece géneros o
mercancías respondiendo a la demanda, mientras que por el contrario, un
profesional que te hace comprar será aquel encargado de crear la demanda. Es este el emprendedor
que plantea estímulos y que es responsable de motivar, papel que debería ser
adoptado por los educadores. En conclusión, existen ciertas deficiencias en el
sistema educativo a la hora de generar en sus alumnos el deseo de adquirir
conocimientos que deberían ser suplidas.
El ser
humano, según Freud, se mueve por dos pulsiones: la libido, encargada de las
tareas constructivas, y la agresividad, encargada de las destructivas. Para Jan
Panksepp, seeking es un área cerebral situada en el cerebro emocional que se
encarga de provocar en el sujeto inquietud y excitación. Este coincidía con la libido de Freud. La
emoción es una herramienta imprescindible en el proceso de
enseñanza-aprendizaje, pues la energía necesaria para toda acción educativa
solo puede ser extraída de la libido, el seeking, en definitiva, del cerebro
emocional. Pretendemos que la gente se mueva por argumentos, pero no será
viable si no se incide en su emotividad.
Los seres
vivos nos movilizamos únicamente gracias a la energía generada por el cerebro
emocional activado. De este modo actuamos o bien por miedo, o por deseo. Los
medios de masas son educadores más eficaces que los profesionales de la
educación. Esto explica en cierto modo
el fracaso escolar. A causa de las actitudes cada vez más permisivas del
personal docente, se ha ido perdiendo el miedo que anteriormente tenían los estudiantes.
El mayor problema es que no se haya aprovechado esa permisividad en la creación
de deseo e interés por el aprendizaje en los alumnos. Además, suele
preocuparles más, en general, la dimensión cognitiva que la emocional, es
decir, se mueven en el ámbito de la racionalidad cuando las inquietudes las
genera la sensorialidad, sin tener en cuenta que la una no puede funcionar sin
la otra. Otro de los obstáculos de la educación es que el profesorado solo se
considera responsable de la explicación de los contenidos, no de la
implicación, quedando esta en manos de los alumnos. No sirve dar conocimientos
si no se les motiva a su uso, es decir, si no se genera el deseo de aprender.
“De la
contestación al Yamiké depende el
éxito de un producto” (J.Garriga Puig, 2001). Esta onomatopeya que implica la pregunta que todo consumidor
se hace cuando se encuentra frente a un anuncio -¿Y a mí qué?- supone una de
las mayores trabas para los profesionales de la comunicación
persuasivo-seductora. Asimismo, lo es para los profesionales de la enseñanza.
Estos facilitan el producto, es decir el contenido educativo, pero no se preocupan por hacerlo interesante
al estudiante. Sin embargo, no basta con
hacerse oír, hay que conseguir ser escuchado. De este modo, es necesario
suscitar el deseo de los estudiantes por el temario que se da.
Ligado con
este punto, ha de destacarse que al igual que nunca se oirá a un publicitario
quejarse de la falta de interés de los consumidores, no se deberían escuchar
tampoco en el ámbito educativo queja alguna. Sin embargo, esto no es así, y de
hecho son constantes. Un publicitario jamás se quejaría porque el interés en
cierto anuncio ha de generarlo él mismo, reconociendo de este modo su
responsabilidad. Así, los educadores deberían plantearse si son ellos los que
no cumplen una de las funciones básicas de su profesión, la motivación.
"La escuela es la única
actividad humana que se siente capaz de cambiar el mundo sin admitir que ella
misma pueda sufrir cambio alguno”
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