jueves, 3 de marzo de 2016

LA EDUCACIÓN COMO INDUSTRIA DEL DESEO. PUENTES PERMANENTES ENTRE COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN.




Se nos ha mandado en clase la lectura y posterior extracción de ideas de un capítulo del libro "La educación como industria del deseo: un nuevo estilo comunicativo" de Joan Ferrés.


"La diferencia esencial entre emoción y razón es que la emoción conduce a la acción mientras que la razón nos lleva a elaborar concusiones".
Donald Calne



La publicidad busca sintonizar con las emociones del receptor, produciéndole la sensación de deseo. Los publicistas son personas encargadas, en definitiva, de crear necesidades imprescindibles de aquello que antes era indiferente al consumidor. Por su parte, en la enseñanza se da el caso inverso: los profesionales de la educación tienen productos que son imprescindibles, pero llegan a sus destinatarios como algo de lo que se puede prescindir. En otras palabras, el empleado que vende es la persona que expone u ofrece géneros o mercancías respondiendo a la demanda, mientras que por el contrario, un profesional que te hace comprar será aquel encargado  de crear la demanda. Es este el emprendedor que plantea estímulos y que es responsable de motivar, papel que debería ser adoptado por los educadores. En conclusión, existen ciertas deficiencias en el sistema educativo a la hora de generar en sus alumnos el deseo de adquirir conocimientos que deberían ser suplidas.
El ser humano, según Freud, se mueve por dos pulsiones: la libido, encargada de las tareas constructivas, y la agresividad, encargada de las destructivas. Para Jan Panksepp, seeking es un área cerebral situada en el cerebro emocional que se encarga de provocar en el sujeto inquietud y excitación.  Este coincidía con la libido de Freud. La emoción es una herramienta imprescindible en el proceso de enseñanza-aprendizaje, pues la energía necesaria para toda acción educativa solo puede ser extraída de la libido, el seeking, en definitiva, del cerebro emocional. Pretendemos que la gente se mueva por argumentos, pero no será viable si no se incide en su emotividad.
Los seres vivos nos movilizamos únicamente gracias a la energía generada por el cerebro emocional activado. De este modo actuamos o bien por miedo, o por deseo. Los medios de masas son educadores más eficaces que los profesionales de la educación.  Esto explica en cierto modo el fracaso escolar. A causa de las actitudes cada vez más permisivas del personal docente, se ha ido perdiendo el miedo que anteriormente tenían los estudiantes. El mayor problema es que no se haya aprovechado esa permisividad en la creación de deseo e interés por el aprendizaje en los alumnos. Además, suele preocuparles más, en general, la dimensión cognitiva que la emocional, es decir, se mueven en el ámbito de la racionalidad cuando las inquietudes las genera la sensorialidad, sin tener en cuenta que la una no puede funcionar sin la otra. Otro de los obstáculos de la educación es que el profesorado solo se considera responsable de la explicación de los contenidos, no de la implicación, quedando esta en manos de los alumnos. No sirve dar conocimientos si no se les motiva a su uso, es decir, si no se genera el deseo de aprender.
“De la contestación al Yamiké depende el éxito de un producto” (J.Garriga Puig, 2001). Esta onomatopeya  que implica la pregunta que todo consumidor se hace cuando se encuentra frente a un anuncio -¿Y a mí qué?- supone una de las mayores trabas para los profesionales de la comunicación persuasivo-seductora. Asimismo, lo es para los profesionales de la enseñanza. Estos facilitan el producto, es decir el contenido educativo,  pero no se preocupan por hacerlo interesante al estudiante.  Sin embargo, no basta con hacerse oír, hay que conseguir ser escuchado. De este modo, es necesario suscitar el deseo de los estudiantes por el temario que se da.
Ligado con este punto, ha de destacarse que al igual que nunca se oirá a un publicitario quejarse de la falta de interés de los consumidores, no se deberían escuchar tampoco en el ámbito educativo queja alguna. Sin embargo, esto no es así, y de hecho son constantes. Un publicitario jamás se quejaría porque el interés en cierto anuncio ha de generarlo él mismo, reconociendo de este modo su responsabilidad. Así, los educadores deberían plantearse si son ellos los que no cumplen una de las funciones básicas de su profesión, la motivación.
"La escuela es la única actividad humana que se siente capaz de cambiar el mundo sin admitir que ella misma pueda sufrir cambio alguno”


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